lunes, 29 de agosto de 2011

Vagabundo

Hombre de edad avanzada, mal olor y color asfalto. Estaba tirado allí como un adorno más o un estorbo más, depende el punto de vista. Igual pasaba el camión de basura, lo levantaba y nadie diría nada, no pasaría mucho, no cambiaría nada.
No caerían las acciones de la pared de esa empresa en la que él recargaba su espalda recostada, tampoco le daría una enfermedad pulmonar a la mujer que pasa al lado y percibe su aroma, ni mucho menos alguien se haría ciego por observarlo. Estaba tirado allí, igual pasaba por algún muerto y no importaba, pero estaba dormido tapado con cartones y periódicos. No pasaría mucho si algún oportunista le quitara un periódico para verificar los resultados del futbol, tampoco pasaría mucho si alguien le tirara un papel o algo, lo confundirían con tiradero. Estaba tirado allí como esperando una muestra de caridad, como esperando alguna moneda de más para alguien, como esperando el remordimiento de alguno. Igual nadie sabe su historia, estaba allí tirado emitiendo un olor de combinaciones, mezcla de todo. Gasolina, mierda, humo, comida, sudor, asfalto, soledad, resignación, vivencias. Siempre estaba allí, La pared era la sala, comedor, habitación; el baño tenía que ser un lugar diferente dependiendo la necesidad.  Tirado allí como esperando o como hablando solo, dirían –Está loco-; pero quién hablaba con él sino sólo él. Sólo allí, seguro un padre lo pondría como ejemplo a su hijo de lo que sería de él por no cumplir u obedecer, le diría –Por no estudiar-, siempre el juicio emitido sin tener noción de las circunstancias. No sabría que el –Vagabundo- había estudiado, pero sus circunstancias no habían sido similares a la del –Padre-, no existe punto de comparación. Estaba allí con el pantalón roto, sin mostrar diferencia del color del mismo al de su piel, color chapopote. Tenía un tenis en un pie, en el otro tenía un zapato, uno de un número, el otro de otro. Estaba allí viendo pasar personas, algunos lo veían con indiferencia; por eso lo del adorno o el estorbo. En otro escenario, sería otra la cara de las personas viendo la misma pintura pero con un oficinista recostado en la misma pared con traje pulcro. Supongo que le preguntarían si se encuentra en buenas condiciones o algún oficial se acercaría, pero con –Vagabundo- no era así pues era una estampa común. Pasaba desapercibido entre el asfalto, la pared y el poste de luz. Estaba allí cuando pasaba el perro con correa que comía mejor que él, lo intentaba oler pero su ama le decía -¡No seas sucio!-, era sólo un montaña de algo gris con olores mixtos. Igual había perros vagabundos que le hacían compañía y parecía no importarles su color u olor. Estaba allí cuando pasaba la joven que cuando lo observaba prefería rodear la calle pues no fuera a hacerle algo. Estaba allí cuando pasaban los jóvenes saliendo de la escuela, uno de ellos en tono de burla le decía a otro –Qué hace tu tío tirado-; todos ríen. Estaba allí cuando escuchaba el sonido de la noche, el sonido de la lámpara de esa calle, los ladridos, algún auto que pasaba con alguna prostituta rumbo al hotel, de vez en cuando la lluvia que lo mojaba, el sonido de la soledad. No podía elegir la música, era la música de la vida; ésta que se armonizaba con notas callejeras. Nadie sabía sus circunstancias, igual si estaba o no. No cambiaba nada.

Jorge Mejía.

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