jueves, 11 de agosto de 2011

Ranchito, el puerco regordete y rosado.

   Ranchito era un puerco regordete y rosado; le gustaba mucho comer desecho y jugar en la porquería. El gran anhelo de ranchito era ser algún día jamón de la marca número uno del mundo; no deseaba ser jamón de marca propia de alguna tienda departamental, él deseaba ser jamón tipo gourmet, tampoco deseaba ser jamón de muestra gratis de supermercado o jamón enlatado. Ranchito aspiraba a más; deseaba ser un jamón exquisito.
Cuando Ranchito era un puerco pequeño, escuchaba con atención a los puercos mayores. Un día con atención logró escuchar el destino de algunos de los puercos que estaban listos para ser jamón. Primero escuchó cómo los puercos envidiaban el destino de Pono; era un cerdo robusto que había sido enviado a la ciudad de Parma en Italia donde seguramente sería comido en algún banquete importante de la política italiana, la mafia o algún equipo de futbol. Posteriormente escuchó la historia de Corco; éste era un cerdo negro y fuerte. Corco había sido adquirido por una reconocida empresa multinacional dedicada al sector alimentario; Corco sería el logo de la empresa y a su vez sería comido por los trabajadores de la misma como bienvenida; un gran destino. Finalmente Ranchito escuchó entre risas la historia de Chunco; un cerdo no tan grande, no tan gordo, no tan excelente. Chunco había sido ofrecido a varios clientes pero nadie lo deseaba, era un puerco no comible, no visible, no agradable.
Ranchito se preparaba todos los días para llegar a ser un cerdo deseado por su carne, su jugosidad y su sabor. Comía mucho, siempre estaba feliz, jugaba y aprendía de los mejores.
Un día mientras Ranchito jugaba, se preguntaba dónde estaría el puerco Chunco, por lo que comenzó a buscar por todo el lugar; éste no estaba. Preguntó y preguntó, finalmente un cerdo de edad avanzada le contó el destino de Chunco. Al final, lo compró un viejo granjero de otra localidad; él deseaba un compañero para compartir sus últimos años y el elegido había sido Chunco. Chunco vivió sus últimos años al lado del granjero corriendo por la pradera, comiendo porquería y jugando con los otros animales hasta que murió por causas naturales.
Ranchito pensó que aquél destino era mejor que ser comido. Comenzó a no ser tan excelente y poco a poco los otros puercos lo fueron aislando. Al final Ranchito vio pasar piaras y piaras por la granja; todos con el mismo final.
Un día, acudió un viejo ranchero de la comunidad que se dedicaba a diferentes actividades de agricultura. Necesitaba un cerdo barato que le ayudara a arrancar las raíces y partes verdes difíciles de quitar de su pequeña parcela; él no podía hacerlo. Observó a Ranchito, el cerdo más barato, notó que no era tan grande y dudó de su capacidad. Lo adquirió y lo llevó consigo.
Ranchito conoció otros animales, comía raíces, recibía palmadas de cariño en su rechoncho lomo y de vez en cuando observaba el cielo estrellado, soñando y soñando.
Jorge Mejía

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